Capítulo 60: Sabía que no era un sueño
Narra Brenda
Me separé ligeramente de sus brazos, sintiendo una mezcla de emociones.
- Debes tener paciencia conmigo. No puedo recordarte, no sé exactamente lo que siento por ti. Sé que es intenso, y eso me hace pensar que podría ser amor, pero... ¿y si no puedo recordar nuestra historia juntos? ¿Y si nos aburrimos el uno del otro? ¿Y si te cansas de mí? ¿Y si...?
Alan me interrumpió con un beso suave pero apasionado.
- Brenda, mi amor... Te conozco de verdad, y sé que en el fondo también me conoces a mí. Por eso me diste esta oportunidad. Haré todo lo que esté a mi alcance para que vuelvas a ser completamente mía. Y si eso no funciona, bueno, tendré que enamorarte de nuevo... ¿Confías en mí?
- Quiero confiar en alguien que no me mienta. ¿Me prometes que no me mentirás? ¿Me prometes que siempre me dirás la verdad? Eso es lo único que te pido.
- Te lo prometo - respondió él con convicción.
No pude resistirme y volví a besarlo, dejándome llevar por la dulzura de sus labios. En ese momento, todo parecía encajar perfectamente, como si nada hubiera pasado.
- Tengo que irme. Mis padres estarán esperándome.
- ¿Qué haremos respecto a eso? - preguntó él, preocupado.
- Ellos no me dijeron la verdad. Decidieron ocultármelo. No quiero que arruinen esto ahora, así que por ahora no les diré nada... Estoy segura de lo que estoy diciendo.
Me despedí de él y tomé un taxi de regreso a casa. Durante todo el trayecto, no pude dejar de sonreír como una tonta. Me sentía tan completa, tan llena de felicidad. Pero cuando llegué a casa, la sonrisa desapareció de mi rostro. Me sentí molesta al darme cuenta de que me habían ocultado la verdad, de que habían guardado parte de mi pasado en secreto. Sin embargo, no quería permitir que eso arruinara este momento tan especial con Alan. Decidí evitar a mis padres por ahora y subí a mi habitación, donde me dejé caer en la cama. Como una chica enamorada, no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Aún podía saborear el dulce sabor de los besos de Alan en mis labios.
Poco a poco, me fui quedando dormida y comencé a soñar. Me encontraba de nuevo en aquella cabaña, llorando desconsoladamente. De repente, Alan apareció. Al principio del sueño, sentía una profunda tristeza, pero él comenzó a hablar conmigo, consolándome. Era muy similar al sueño que ya había tenido antes. Cuando nos besamos, sentí que todo cobraba vida de nuevo. Durante el sueño, Alan y yo nos entregamos el uno al otro con pasión y amor. Podía sentir sus labios recorriendo cada centímetro de mi cuerpo... Desperté algo alterada, pero supe en mi corazón que eso no había sido un sueño. Había sido un recuerdo, una conexión profunda con nuestro pasado compartido.
Era el primer día de clases y estaba emocionada por regresar formalmente a la escuela. Me desperté temprano, como solía hacerlo en el pasado. Eran las 6 am y mi mamá ya estaba despierta, parecía recordar mi horario habitual. Me preparó el desayuno y a las 6:30 am se levantó mi padre y mi hermana. Nos despedimos con un beso en la mejilla, como solíamos hacerlo. Mi mamá me llevó a la escuela, ya que aún no tenía permiso para conducir. Al llegar, me encontré con el director y la bibliotecaria, quienes se alegraron de verme. A medida que avanzaba el día, me encontré con mis amigos Ian y Anabela en el estacionamiento. Aunque sentía cierta molestia hacia ellos por haberme mentido, seguía decidida a descubrir qué había sucedido durante todo ese tiempo que no podía recordar.
El día en la escuela transcurrió rápidamente y tenía planeado regresar temprano a casa. Comencé a caminar en esa dirección y de repente sentí que alguien me seguía. Giré cuidadosamente a ambos lados, pero no vi a nadie. En ese momento, un auto gris se detuvo a mi lado. Al bajar la ventanilla, alguien me dijo:
- ¿Por casualidad tendrías tiempo para pasar un rato agradable conmigo, Señorita Brown?
Era Alan, y no pude evitar sonreír al verlo.
- ¿Qué haces aquí? Quiero decir, es una sorpresa agradable, pero...
- La operación "Recuerdos" acaba de comenzar. Entonces, ¿subes al auto o bajo a buscarte?
- Estás loco... -dije mientras subía al auto, asegurándome de que nadie me viera.
- Estoy loco por ti... y ahora que te tengo de nuevo, no quiero separarme de ti ni un solo momento.
- ¿Y a dónde me llevarás?
Alan simplemente sonrió, sin decir una palabra...
Estar de nuevo con él era una locura. Ayer recordé varias cosas que parecían haber sido solo sueños, pero ahora sabía que eran recuerdos reales.
Lo miré fijamente y no encontré ningún defecto en él. Era como si siempre hubiera estado destinada a enamorarme de Alan.
Después de un viaje en silencio, comunicándonos con nuestras miradas, él finalmente dijo:
- Hemos llegado.
Miré por la ventanilla y vi un hermoso lago, con una cabaña en la orilla. En ese momento, recordé: era la cabaña de mis sueños, el lugar donde había estado con Alan.
- Recuerdo este lugar -dije, con una sonrisa en mi rostro.
- Y... ¿estoy yo en tus recuerdos?
- ¡Sí, definitivamente!
Bajamos del auto y nos acercamos a la cabaña. Alan giró la perilla de la puerta y al entrar, lo que vi me hizo derramar algunas lágrimas de emoción:
Había decenas de fotografías formando un hermoso collage en la pared, iluminadas por velas que creaban una atmósfera cálida y romántica. Cada imagen capturaba momentos especiales que habíamos compartido juntos, y eso solo hizo que mi corazón se llenara de amor y gratitud hacia Alan.
- ¿Recuerdas este lugar? - preguntó Alan, con una sonrisa llena de significado.
- Sabía que no era un sueño. - respondí, emocionada por la confirmación de que nuestros recuerdos eran reales y por la promesa de crear nuevos momentos inolvidables juntos.
Nació en mí el impulso de darle un tierno beso y, como una niña emocionada, corrí hacia la pared cubierta de fotografías. Había tantas fotos mías, en las que me veía radiante de felicidad. Aunque en la pared solo había cinco fotos de nosotros dos juntos, verlas era hermoso. Una de ellas me cautivó por completo: estábamos tomados de la mano en la entrada de la escuela. Recordaba ese momento con claridad: fue una tarde en la que él tenía que quedarse a calificar unos exámenes y decidí acompañarlo. Se nos ocurrió colocar la cámara en un banco y tomar la foto juntos. Fue un momento mágico. Al recordarlo, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos...
- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? - preguntó Alan, limpiando mis lágrimas con ternura.
- Puedo recordar... puedo recordar esa foto... - respondí emocionada.
Él me rodeó con su brazo, brindándome seguridad, y continuó mostrándome más fotos. Nos sentamos en el suelo y me fue explicando cada una de ellas.
- Tú nunca habías visto estas fotos. Algunas te las tomaba a escondidas y otras nunca quise mostrártelas... Te ves hermosa en todas, ¿lo has notado?
- ¿Siempre éramos así? - pregunté, con curiosidad en mi voz.
- ¿Así cómo? - indagó Alan, interesado en mi perspectiva.
- Me refiero a que no puedo recordar ni imaginar ni un solo momento triste, ni una sola discusión. Todo lo que estoy recordando son momentos felices...
- Es porque nos amábamos y estamos destinados a hacerlo - respondió con seguridad, mientras me daba un beso en la frente. Sus palabras resonaron en mi corazón, y suspiré al recordar otros momentos que parecían haber vuelto a mí de manera inexplicable.
Luego, Alan sacó una pequeña caja y me la entregó. Cuando la abrí, encontré dos cadenitas. Una decía "Novios para siempre" y la otra decía "Tu esposo te ama".
- ¿Qué es esto? - pregunté, sosteniendo ambas cadenitas en mis manos.
- Es tuyo... yo te lo regalé cuando éramos novios y la otra en nuestra boda - respondió Alan, y pude ver un brillo especial en sus ojos, un brillo que siempre me enamoraba.
- Pero... ¿por qué las tienes tú?
- Tus padres te las quitaron cuando estuviste en coma... yo las recuperé para ti - explicó, con determinación en su voz.
Lo miré directamente a los ojos y, sin pensarlo dos veces, lo besé. Luego, él me ayudó a volver a ponerme ambas cadenitas, simbolizando nuestro amor y compromiso.
Después, Alan sacó tres álbumes que se parecían mucho a los que había encontrado en mi habitación.
- Pero... ¿estos son similares a los que encontré en mi habitación? - pregunté, sorprendida por la coincidencia.
- Es porque hice duplicados... - respondió Alan, con una sonrisa. Agarró uno de los álbumes y me explicó que era cuando viajamos a México. Mientras él hablaba, imágenes comenzaron a surgir en mi mente. Estaba empezando a recordar.
Luego, tomó otro álbum en el que estábamos vestidos de novios y me contó sobre nuestra boda secreta. A medida que las imágenes cobraban vida en mi mente, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.
- ¿Estás bien? - preguntó Alan, preocupado por mi reacción.
- Fue un momento mágico... puedo recordarlo - respondí, con emoción en mi voz.
Él me besó en la mejilla y continuó mostrándome más fotos, mientras compartíamos esos preciosos recuerdos juntos.
Después, Alan tomó el último álbum y me explicó que eran fotos que nos habíamos tomado cuando nos reuníamos en su departamento. Mis recuerdos seguían apareciendo en mi mente, como piezas de un rompecabezas que volvían a encajar.
Permanecimos abrazados mientras terminaba de ver las fotografías. Luego, decidimos dar un paseo alrededor del lago, disfrutando de la belleza del entorno. No me cansaba de escuchar a Alan hablar sobre nuestros momentos compartidos. De repente, miró su reloj.
- Debemos continuar - dijo, con una mezcla de emoción y determinación en su voz.
- ¿Continuar? - pregunté, intrigada por sus palabras.
- Tengo planeado un recorrido de recuerdos completo, y si no nos vamos ahora, no nos alcanzará el tiempo - explicó Alan, tomando mi mano y llevándome de vuelta a su auto. Comenzó a conducir, y su entusiasmo era evidente en su rostro.
- ¿Te encuentras bien? No has dicho ni una palabra - preguntó Alan, preocupado por mi silencio.
- Es que me gusta verte y escucharte. Me das mucha tranquilidad y paz - respondí, dejando que mis sentimientos se reflejaran en mis palabras.
- No puedes imaginar cuánto te eché de menos. Era como si estuviera viviendo en automático, sin ninguna chispa de motivación - confesó, sintiendo un nudo en la garganta al rememorar los días en los que estuvimos separados.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, expresando con ese gesto todo el cariño y la gratitud que sentía.
- Bueno, llegamos... - dijo Alan, interrumpiendo el momento. Me asomé por la ventana, pero no vi nada en particular que llamara mi atención.
Bajamos del auto y nos encontramos en un parque.
- ¿Un parque? - pregunté, curiosa por la elección del lugar.
- Una vez te encontré aquí llorando. Nos sentamos juntos afuera, sin preocuparnos de que alguien nos viera. Ese día, no tuvimos miedo de mostrar nuestro amor. Me gustó tanto ese momento que quise traerte aquí de nuevo - explicó Alan, con una sonrisa llena de nostalgia.
- ¿Y tú? ¿Sabes por qué estaba llorando aquel día? - pregunté, intrigada por su respuesta.
- Sí, claro que lo sé... pero este tour no incluye momentos de tristeza - respondió Alan, con determinación en su voz.
Él me hizo sentar bajo un árbol, y tenía razón, en ese lugar no sentíamos ninguna inseguridad. Todo era pacífico y me encantaba estar allí con él. Alan sacó un libro de F. Scott Fitzgerald y comenzó a leerlo en voz alta, mientras yo apoyaba mi cabeza en su hombro. No me avergonzaba mostrarme así con él, porque sabía que ya lo habíamos hecho muchas veces.
- Me encanta ese libro - exclamé entusiasmada, reconociendo la elección de Alan.
- Lo sé, por eso lo traje - respondió, con una sonrisa llena de complicidad.
Y en ese momento, recordé por qué había estado triste aquel día, el día en que habíamos estado en ese mismo parque.
- Ingrid, mi hermana... estaba enamorada de ti - dije sin pensarlo, dejando escapar un secreto que había guardado durante mucho tiempo.
- Lo recordaste... - dijo Alan, con una sonrisa cálida y comprensiva.
- Sí... suena extraño decirlo en voz alta - admití, sintiendo una mezcla de emociones al hablar de ese tema.
Después de ese momento mágico, Alan me ayudó a levantarme y regresamos al auto, listos para continuar nuestro tour de recuerdos.
Entiendo lo que quieres decir. A veces, los momentos especiales de una historia pueden beneficiarse de un poco más de profundidad para capturar todas las emociones y detalles. Permíteme agregar algunos detalles adicionales para darle más profundidad a la historia:
- ¿Y ahora? ¿A dónde me llevarás?
- Te llevaré de regreso al lugar donde comenzó nuestra historia, donde todo comenzó.
Entendido, aquí tienes la corrección:
Ambos reímos, y cada vez me enamoraba más de su hermosa sonrisa. Mientras conducíamos, pasamos por la escuela donde todo empezó, y él me miró con curiosidad.
- Y bien, aquí es donde pasamos la mayoría de nuestra historia juntos. No me arrepiento de nada... tú te enamoraste de tu profesor, y yo quedé completamente cautivado por mi alumna.
Sonreí y respondí: - Sé que aún no puedo recordar todo, pero tampoco me arrepiento de haber salido contigo, mi maestro.
En ese momento, él tomó mi rostro con delicadeza y acercó sus labios a los míos. Nos besamos apasionadamente frente a la escuela, sin importarnos lo que los demás pudieran pensar. Luego, entramos al edificio y recorrimos cada pasillo y salón donde compartimos momentos inolvidables juntos.
Finalmente, llegamos a su departamento, nuestro refugio secreto. Él me miró con ternura y dijo: - Bienvenida a nuestro santuario, donde nadie nos juzgaba y siempre encontrábamos consuelo. Este lugar era nuestro refugio de amor, donde podíamos ser nosotros mismos sin miedo ni preocupaciones.
En ese momento, las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas.
- ¿Y ahora? ¿Por qué lloras? - preguntó él, preocupado.
- Es que... te amo más de lo que puedo expresar con palabras. Estoy tan agradecida por todos los momentos que hemos compartido y por el amor que siento por ti.