—¿Puedo intentarlo? —preguntó Gus con esperanza—. Si consigo abrirlo y tú no lo quieres, ¿puedo quedármelo? Parece lo suficientemente valioso como para sacar una buena lana.
—¿Solo piensas en dinero? —me pregunté—. Esto es una urna. ¿Y si está llena de cenizas?
—Sobre todo, junto con bellas mujeres que no eres tú —agregó Gus con picardía—. Y las cenizas se pueden tirar.
Rodé los ojos ante su actitud mercenaria. —Pues adelante —dije, pasándole la urna.
La atrapó con una mano mientras la otra seguía en el volante. Le echó una mirada rápida y alzó una ceja.
—Oh, es realmente una urna —Gus hizo una mueca, pero aun así intentó forzar la tapa con una mano, sin mucho éxito.
Entrecerré los ojos; Gus manejaba la plata muy bien para ser un hombre lobo. Lydia no podía tocar plata sin que le salieran ampollas en la piel, pero Gus sostenía esta urna de plata pura como si fuera de madera.