—¿Qué demonios están haciendo ustedes dos? —preguntó Khalifa, con sus ojos penetrantes mirándoles desde arriba.
Estaba parada alta por encima de ambos, que habían perdido la fuerza en sus piernas y estaban arrodillados lastimosamente en el suelo.
Avergonzadamente, ambas hasta se orinaron un poco del terror.
Trina miró hacia abajo, aferrándose a su ropa en una mezcla de vergüenza y enojo.
Kara, por otro lado, miró boquiabierta la cabeza de su madre, que justo había golpeado contra su rodilla.
Tomó temblorosa la cabeza de su madre y cuando todo le cayó encima, sus ojos se volvieron rojos y giró la cabeza para lanzar una mirada furiosa a Khalifa.
—¡PERRA! ¡MATASTE A MI MADRE! —un filo afilado encontró su cuello—. Ruidosa.
Kara sollozó, asustada, pero sus ojos llenos de acusación no se apartaron. —Yo—yo
—¿Piensas que yo maté a tu madre? —preguntó ella, sus ojos agudos—. En el momento que la adolescente respondiera afirmativamente, su cabeza sería la próxima en rodar.