El rostro anteriormente sonrojado de Stella se transformó en uno de ira sin cortapisas, provocado por su insatisfacción de ser provocada. Sus ojos adquirieron una llama ardiente que se había apoderado de ella casi en contra de su voluntad, y por eso, para protegerse de reaccionar a partir de eso, se empujó hacia el borde de la cama.
—¿A dónde crees que vas? —llamó él, agarrando su brazo con un agarre firme y jalándola de vuelta hacia él.
—Déjame ir —protestó ella, preparando sus extremidades para dar manotazos si fuera necesario. Pero justo cuando estaba a punto de proceder, él le sujetó la cara con ambas manos, forzando su mirada a encontrarse con la suya, cargada de emociones que ella no quería creer que existieran en él.