—Oh, Dios, Matteo, sácalo —gimió ella, clavando sus uñas en sus hombros y apretando fuerte.
—Oh, cariño, hemos llegado al lugar, deberías prepararte —respondió Matteo, llevándola rápidamente a sentarse a su lado. El movimiento del objeto dentro de ella era demasiado intenso. Ella apretó los muslos y comenzó a ejercer presión mientras los rozaba uno con el otro. De repente, una mano fuerte se posó sobre su pierna, manteniéndola en su lugar. Su movimiento se detuvo, lo que la hizo levantar la vista para encontrarse con la suya.