Stella contemplaba el vasto paisaje urbano del centro comercial, sintiendo una mezcla de emoción y temor.
Nunca había tenido mucha experiencia con las compras, habiendo sido privada de cualquier tipo de independencia financiera durante el tiempo más prolongado de su vida como mujer en sus veintes.
Ahora, con sus últimos cien dólares en mano, se encontraba en una encrucijada, dividida entre el deseo de comprar un nuevo atuendo y la practicidad de usar el dinero para sostenerse con comidas durante las próximas semanas.
La decisión era clara. Si quería comprar un atuendo, tendría que buscar en los estantes de una tienda de segunda mano, con la esperanza de encontrar algo que le quedara y no luciera demasiado desgastado. No era la experiencia glamurosa de compras con la que siempre había soñado, pero sabía que era su única opción.