—Es difícil para cualquiera entender lo que se siente estar en su posición, cada vez que entra en un sótano. Para alguien que torturaba personas para ganarse la vida todavía le resultaba difícil entrar en sótanos.
Con las manos temblorosas, Damien buscó la llave del sótano y finalmente desbloqueó la puerta. Mientras descendía las escaleras, el fuerte olor a moho y humedad lo abrumó, haciéndole sentir náuseas.
Una vez que llegó abajo, el sonido de sus propios pasos rebotaba contra las paredes de concreto, mezclándose con el constante goteo de agua de las tuberías con fugas.
Su pecho se apretaba al asimilar su entorno, sintiéndose atrapado y solo en este espacio desolado.
A medida que se acercó a la puerta de hierro, un sentimiento de pavor lo invadió, haciendo que su respiración se entrecortara en su garganta.
Se tomó un momento para calmarse, tratando de aplacar los nervios que amenazaban con abrumarlo.