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—Ah~ —gimió Rosina y agarró la espalda de Orso. Sus uñas se clavaban en su carne. Sus piernas se volvieron suaves y temblorosas, y Orso la sostuvo fuerte para soportar su peso.
Orso continuó succionando su carne mientras la giraba, haciendo que Rosina se sentara en la cama. Comenzó a deshacerse de su ropa y desatar el lazo en su espalda.
«¿Por qué me puse un vestido decente?», pensó Rosina y empezó a impacientarse ya que Orso se estaba tomando su tiempo para desnudarla.
Rosina intentó ayudar, pero Orso tomó su mano y la miró directamente a los ojos.
—Déjame hacer mi trabajo, señora —dijo Orso seductoramente y giró el cuerpo de Rosina mientras trabajaba en desatar su parte de arriba. Puso sus labios de nuevo en su cuello y continuó lamiendo, mordisqueando y besándola.
El deseo de Rosina empezó a acumularse al sentir su flor mojarse. Anticipaba la actuación de Orso ya que había tenido una probada de él anteriormente.