Rosina se quedó en su lugar con los ojos sin emoción. Miró la pila de ropa en la mano del empleado mientras Gastone seguía eligiendo atuendo para ella, aunque no fuera su tipo ideal de ropa.
—Su Alteza, creo que es suficiente. Ya tengo un montón de ropa de vuelta en la residencia —declaró Rosina incómodamente, tratando de ser cortés con su rechazo.
Gastone la miró durante unos segundos sin parpadear. Como si estuviera confundido por la negativa de Rosina a su generosidad.
—¿No te gustan estos vestidos? Podemos encontrar otra tienda de tu gusto, señora —dijo Gastone e inclinó su cabeza hacia un lado. Estaba a punto de abandonar toda la ropa que había elegido, pero Rosina lo detuvo.
—E-está bien, esos vestidos son bonitos, pero ya tengo mucha ropa en mi armario. No seré capaz de usarlos todos —Rosina indicó con cuidado para no avergonzar a Gastone en público—. Agradezco tu generosidad, Su Alteza.