—Ay —Rosina se resbaló por el suelo mojado que las sirvientas acababan de trapear. Se cayó de nalgas primero, y el dolor le subió desde la pelvis.
—¡Señora! —Fina y Sal la ayudaron rápidamente a levantarse—. ¿Está bien, señora?
—Estoy bien —Rosina sonrió y se sacudió las manos en su vestido antes de seguir adelante—. Intento mantenerme positiva ya que no quiero que nadie ni nada arruine mi día.
Rosina fue al comedor a comer su almuerzo, y le sirvieron pollo y ensalada. No le apetecía comer vegetales pero no se quejó. Agradeció a los servidores y les pidió leche ya que siempre bebía leche todas las mañanas.
—Señora, no nos queda leche en stock, pero las sirvientas están ordeñando las vacas en este momento. Puede que tarde un poco —las sirvientas dijeron sin mirar a los ojos fulminantes de Rosina.
—Ya veo, entonces está bien. Beberé una más tarde —dijo Rosina dulcemente y les hizo un gesto a las sirvientas para que se fueran.