Rosina se puso su vestido de nuevo con una sonrisa encantadora. Una vez había satisfecho su placer emocional y físico, pero sobre todo, había prolongado su vida al tomar el alma de Terzo.
—Lo siento —murmuró Rosina mientras miraba sus ojos sin vida y su cuerpo momificado. Sentía lástima porque él no podía ser libre del mundo exterior, pero no le importaba mucho.
—Ahora, ¿cómo me deshago de este cuerpo? —murmuró Rosina y miró alrededor de la habitación. Siempre había quemado el cadáver ya que eso destruiría las evidencias.
Un golpe en la puerta interrumpió los pensamientos de Rosina, y de inmediato olió el aroma de Draco. Miró hacia atrás varias veces, entre el cadáver y la puerta, para decidir qué haría, pero al final eligió abrir la puerta.
—Hola, Mita, ¿cómo estás? —preguntó Draco con una sonrisa burlona ya que olía el aroma a semen en la habitación.
—Bien —dijo Rosina, tirando de Draco hacia dentro agresivamente y cerrando la puerta con llave.