Rosina salió de la residencia con un vestido de encaje lavanda con la parte superior al descubierto. Un lazo púrpura adornaba el final de su trenza en espiga en la parte trasera.
Los sirvientes que la vieron se quedaron impresionados con su belleza, especialmente el maquillaje sencillo que resaltaba los rasgos de su rostro.
—Que la Diosa de la Luna te bendiga, señorita Rosina —dijeron Fina y Sal mientras le saludaban desde el carruaje.
—Gracias —sonrió Rosina antes de que el carruaje empezara a moverse. Se recostó en el asiento y agarró su pañuelo que hacía juego con su atuendo.
Rosina tomó varias respiraciones profundas al sentirse ansiosa por encontrarse personalmente con el Rey y la Reina por su matrimonio. Quería preguntarle a Draco si tenía algún plan sobre cómo llevarían a cabo su matrimonio fingido.
—Señorita, hemos llegado —dijo el cochero antes de abrir la puerta y ayudarla a bajar por las escaleras.