PUNTO DE VISTA DE JAZMÍN
Tenía el cabello oscuro corto y una cicatriz junto a sus ojos en una línea recta, pero esos ojos.
Eran de ónix y tenía las pestañas gruesas y largas, sabía que todas las lobas morirían por tenerlas.
Una mandíbula lisa y una nariz bien puntiaguda, su rostro era impecable y sus cejas estaban perfectamente esculpidas. Sus labios eran llenos y mis ojos se desviaban hacia ellos mientras estaban ligeramente entreabiertos mostrando un tinte de dientes blancos y limpios.
Una cabeza colocada sobre un cuerpo muy grande que sabía estaba musculoso y cincelado por la guerra y años de entrenamiento. No era para nada como los hombres de nuestra manada.
Era un verdadero guerrero.
Era el hombre más hermoso que había visto y aún así, su comportamiento completo, toda su presencia me advertían.
Me decían que era un monstruo, me decían que era peligroso y que debía temerle.
Mis entrañas se comprimían por miedo y algo de lo que no estaba segura.
Atrapó mi barbilla y me miró de arriba a abajo.
Recordé que el lado izquierdo de mis ojos estaba marcado y miré hacia abajo avergonzada.
Mi propio padre me miraba y me gritaba por ser fea, lo mismo con mi hermanastra y todos los demás.
Él también debe pensar que soy un monstruo.
—Así que tú eres la elegida —dijo—. ¿Cómo te llamas?
No parecía amigable en absoluto. De hecho, parecía albergar odio. Tanto que casi podía saborearlo.
—Jazmín —logré decir.
Desde el rabillo del ojo vi a mi padre de pie y recordé que no podía fallarle.
Aunque esta fuera la única manera de demostrarle que no era inútil.
—Tengo un regalo para ti —me dijo.
Me detuve. ¿Tenía un regalo para mí?
Se echó un paso atrás y sin apartar la mirada de mí, chasqueó los dedos.
Un hombre que creía ser miembro de su manada se acercó con una caja.
Recolectó la caja y me la entregó.
—Ábrela —dijo.
¿Qué era esto? ¿Una prueba?
Todo el salón estaba en silencio, observándonos. Nadie decía una palabra.
Se podría dejar caer un alfiler y lo escucharías.
Mis manos temblaban mientras recibía la caja y tiraba del lazo para abrirla.
Frente a mí estaba la cabeza decapitada de Alfa Dean de la manada Black wing. El que habría sido el futuro esposo de Jessica.
Sobresaltada pero sin gritar, dejé caer la caja y se deslizó hasta mis pies mientras la cabeza rodaba saliéndose y cayendo al borde de mi vestido, salpicando unas gotas de sangre que quedaban.
El chillido penetrante de Jessica al verlo vibraba a través de todo el salón.
Levanté la vista hacia el hombre y él me sonreía.