En ese momento, la pequeña Wanqi en la cama de enferma se frotó los ojos con sus manitas regordetas, luego los agitó en el aire, señalando que alguien debía levantarla.
Mamá Lin se apresuró a extender la mano, queriendo sostener a su nieta bebé.
Pero alguien la adelantó, recogiendo a Wanqi de la cama.
—Nuestra pequeña Qiqi debe de tener hambre, ¿verdad? —papá Lin acunó a su nieta en sus brazos, arrullándola, mientras Wanqi parecía reconocer a su abuelo. Presionó su suave mejilla contra la de él, frunciendo su pequeña boca en angustia. Parecía asustada al despertar por los altos voces, o quizás realmente tenía hambre.
—No llores ahora.
Papá Lin confortó tiernamente a Qiqi —si alguien se atreve a molestar a nuestra Qiqi, el abuelo les dará su merecido. Pídeles que sean el caballo de Qiqi, ¿de acuerdo?