Se dice que el corazón de una mujer es tan inescrutable como una aguja en el fondo del océano. Tang Yuxin no podía evitar sentir que el corazón de un hombre es exactamente igual.
—Vamos a casa. Todos los papeleos están resueltos —Gu Ning abrió la puerta y salió. Tang Yuxin echó un último vistazo a la habitación del hospital donde había estado casi medio mes. Todo había sido limpiado y hasta los edredones estaban perfectamente doblados. Pensó en su propio edredón tipo tofu en casa y reflexionó si debería dormir de noche. Con todo tan ordenadamente dispuesto, no se atrevía a tocar nada.
—Tío Gu, ¿te vas también? —Tang Yuxin dio un paso adelante, trotando para alcanzarlo.
—Sí —respondió Gu Ning casualmente—, tengo algunos asuntos que atender y podría irme de viaje de negocios por unos días. Volveré más tarde.