—Un hombre que te trate bien, que cuide de la familia y que actúe como tu padre, eso es lo importante. Ese Qin Ziye, veo algo en sus ojos, algo que no es del todo puro —dijo mi padre.
Tang Yuxin quería reír pero, en cambio, quería llorar aún más.
Resultó que solo ella había sido cegada por las duras realidades de la vida. Tang Zhinian lo vio, todos lo notaron. Ella fue la única engañada por sus sentimientos, embaucada y desviada del camino.
—No te preocupes, papá —sonrió a Tang Zhinian, pero su sonrisa era lastimosa.
—No he hecho nada malo. Hay una persona enferma en la casa de Qin Ziye. No he salido de esa puerta en días, y tampoco Qin Ziye ha entrado. En cuanto al tipo de enfermedad, lo sabrás pronto —explicó.
—¿Y qué hay de ti y él? —La pregunta que Tang Zhinian probablemente más quería hacer era sobre su relación.