Aun así, Tang Yuxin parecía no tener nada que decir.
No es muy buena para los halagos dulces, tampoco sabe qué decir. Siempre ha dependido de sí misma. Así que la idea de depender de un hombre le resulta algo ajena. Pero cuando comenzó a aprender a depender de un hombre, quizás este hombre podría ser aquel que ha estado buscando.
Miró a Qin Ziye frente a ella, una frase en particular no dejaba de surgir en su mente.
¿Quién se la susurró en el oído?
Ojalá te traten con dulzura en tu próxima vida.
—¿Qué pasa? ¿En qué estás pensando? —Qin Ziye le apartó el cabello de la oreja, dejando al descubierto su pequeña pero encantadora oreja.
La piel de la chica era tan pálida, quizás ni siquiera ella se daba cuenta. Los muchos años tomando Píldoras de Fragancia Fría habían impactado su cuerpo de formas que quizá no comprendía del todo.
Ella era como una flor esperando florecer en sus ojos, una flor que aún no se había formado completamente.