Cada vez que Tang Zhinian veía a la pequeña niña de piel oscura que tenía delante, no podía evitar llorar, lágrimas caían por su rostro como si fueran ríos de fideos.
Esta no era su suave y delicada hija, sino alguna minera de carbón de quién sabe dónde.
—¿Por qué diablos estás llorando? —Chen Zhong ya había tenido suficiente del tonto comportamiento de Tang Zhinian, estaba lloroso y apenado todos los días como si le hubiesen robado su dinero.
—Tío Zhong, ¿puedes evitar que mi hija vaya a la montaña?
Por tantos años de lástima, había criado a su hija con mucho esfuerzo, temiendo que su piel se oscureciera. Solo ahora se daba cuenta de lo sensible que era la pequeña Yuxin a la luz del sol. Un día al sol y parecía una minera de carbón.
Antes, era como un panecillo blanco al vapor, pero ahora se había convertido en un panecillo oscuro.