—¡Entonces mátala! —dijo Zhao Kangning con impaciencia.
—No puedo matarla —dijo el Maestro Gu—. Aunque siempre ha habido conflictos internos entre los Maestros Gu, también hay una regla acordada. Es decir, a menos que sea absolutamente necesario, no podemos matar al Niño del Destino Gu y a la Dama del Destino Gu.
Los expertos siempre tienen reglas extrañas y malos hábitos. Como princesa de la familia real, Zhao Kangning naturalmente entendía la lógica de usar las fortalezas de alguien y aceptar sus debilidades.
Además, era solo un niño sin sentido. Que así sea. No representaría una amenaza para ella.
—¿Seguramente alguien más puede ser asesinado? —preguntó ella.
—Por supuesto —El Maestro Gu colocó su mano derecha sobre su pecho y se inclinó piadosamente—. Estoy dispuesto a servir a la princesa.
Este joven Maestro Gu en realidad tenía un rostro delicado, así que era muy difícil pensar que era un siniestro Maestro Gu.
