Por la tarde, comenzó a llover en la capital.
Wei Ting no llevaba un paraguas cuando salió. Sus ropas estaban empapadas por la lluvia primaveral. Llevaba una pequeña cesta en sus brazos que estaba cubierta firmemente por sus anchas mangas.
—Joven Maestro, ¿ha vuelto? —El sirviente que custodiaba la puerta estaba a punto de inclinarse cuando Wei Ting se apresuró a pasar.
El sirviente estaba desconcertado, pero pensó en algo y llegó a una realización.
Wei Ting fue al patio oeste de la mansión bajo la lluvia.
La lluvia se hizo gradualmente más intensa, y el cielo se oscureció completamente.
Wei Ting protegió cuidadosamente las flores en sus brazos y golpeó la puerta del patio.
Fue Ping'er quien abrió la puerta.
Ping'er llevaba un impermeable y apenas podía abrir los ojos debido a la fuerte lluvia. —Joven Maestro, ¿por qué está aquí? —preguntó.
—He recogido algunas flores y plantas para Madre —dijo Wei Ting—. ¿Madre está cerca?
Ping'er miró las flores y le dijo a Wei Ting:
