—¡Padre! ¡Padre! —El Emperador Jing Xuan estaba revisando los memoriales cuando la Princesa Hui An corrió hacia él enojada.
El eunuco en la puerta la detuvo.
Ella lo miró fríamente. —¡Cómo te atreves! ¿Cómo te atreves a detenerme? ¿Quieres morir?!
El Emperador Jing Xuan dejó el memorial y le dio una mirada al Eunuco Fu.
El Eunuco Fu personalmente dio la bienvenida a la Princesa Hui An.
—¡Padre! —La Princesa Hui An puso pucheros y caminó alrededor del escritorio hacia el Emperador Jing Xuan. Agarró su manga con agravio.
—Padre, tienes que abogar por Hui An...
El Emperador Jing Xuan la miró divertido. —¿Te has peleado con Jingning otra vez?
Hui An probablemente había perdido frente a Jingning.
La Princesa Hui An dijo:
—No es Jingning. ¡Jingning ni siquiera fue a la escuela del palacio hoy! ¡Pidió permiso!
Anoche, la Emperatriz no se sentía bien, así que la Princesa Jingning se quedó despierta toda la noche. Naturalmente, no pudo levantarse esta mañana.
