Su Xiaoxiao y Su Mo fueron a la Calle Flor de Pera para recoger a los tres pequeñines. Eran casi las doce del mediodía cuando llegaron a la Hacienda del Marqués de Zhenbei.
Toda la familia se reunió en el patio del Viejo Marqués y de la Matriarca Su y estaban ocupados revisando los regalos y especialidades que habían traído de Yunzhou.
En la antigüedad, el transporte era incómodo. A la Matriarca Su le tomó más de medio año regresar de la casa de sus padres.
La Matriarca Su era una anciana de aspecto bondadoso. Su rostro era sonrosado y tenía una sonrisa en su cara. Parecía muy fácil de tratar.
La esposa de Su Yuan, la Señora Tao, era una mujer gentil y virtuosa. Su ciudad natal también era en Yunzhou. Más tarde, su padre entró en la capital y se convirtió en oficial, por lo que la familia se mudó a la capital.
—Es Daya, ¿verdad? Ven rápido y deja que la Tía abuela te eche un vistazo. —La Matriarca Su sonrió y le hizo señas a Su Xiaoxiao.