—Dahu se fue.
—Qin Canglan estaba sentado un poco lejos del pequeño patio.
—En la noche, se podían ver vagamente llamas danzantes. Su Ergou y Erhu jugaban y reían.
—Dahu cayó.
—La pequeña botella de leche fue lanzada.
—Dolió.
—Se levantó y se sopló las rodillas él mismo.
—Cojearía de regreso y recogería la pequeña botella de leche.
—No duele —sacudió la cabeza.
—Limpándose las lágrimas, siguió caminando.
—De repente, una amplia palma lo levantó y lo llevó a un fuerte abrazo.
—Dahu miró fijamente al contorno frío y borroso del otro en la noche y preguntó:
— Gran Gran Abuelo, ¿ya no estás triste?
—El viento nocturno en las estepas era muy frío, y el cuerpo de Dahu estaba un poco frío.
—Qin Canglan se desabotonó su capa y la envolvió con firmeza alrededor del pequeño.
—Gran Abuelo ha estado triste por demasiadas cosas en su vida —dijo.
—¿Por qué estás triste? Dahu estará triste si extraña a Madre —dijo Dahu después.
—Después de decir eso, Dahu recordó cuidadosamente: