No hubo negocios al día siguiente. Su Xiaoxiao no tenía que levantarse temprano para hacer bocadillos, pero su reloj biológico la despertó puntualmente.
Decidió ponerse la ropa e ir al patio trasero a entrenar.
Justo cuando salía de la casa, vio a Su Cheng, que siempre dormía hasta tarde, sentado en el pequeño taburete, comiendo un trozo de fruta en cada mano.
—Papá, ¿tan temprano? —Su Xiaoxiao lo saludó confundida.
—Mi hija está despierta —eructó Su Cheng—. Ay, no puedo dormir pensando que estas frutas se van a echar a perder si no me las como.
A su lado había una cesta pesada llena de nísperos que Dahu había recogido del huerto. Eran dulces y jugosos.
Dahu había recogido muchos. Deng An los había enviado.
Sin embargo, los niños en casa no estaban interesados en los nísperos frescos. A Su Ergou tampoco le gustaba comerlos, así que quedaban muchos.