—Setecientos ochenta —dijo Su Xiaoxiao.
—Hermana, yo fui quien recaudó el dinero. ¿Cómo lo sabías? —Su Ergou estaba sorprendido.
—Usamos doce para probar y dimos uno. Tú comiste tres y aplastaste seis. Los setenta y ocho restantes cuestan diez monedas cada uno —dijo Su Xiaoxiao.
Su Ergou admiraba mucho a su hermana.
—Hermana, ¿te has lastimado el cerebro? ¿Te has recuperado de la caída? —Su Ergou estaba muy contento.
Su Xiaoxiao se quedó sin palabras ante su hermano tonto.
—Hermana, ¿seguiremos vendiendo panqueques mañana?
—Sí.
—¿Todavía iremos a Jin Ji?
—Sí —ella seguiría aprovechándose del tráfico de Jin Ji.
—¡Bien! —Su Ergou estaba muy contento—. Vender panqueques era mucho más fácil que extorsionar dinero. Incluso podía comerlos todo el tiempo.
—Hermana, ¡me gustan mucho las verduras con ciruela seca! —era aceitoso y salado con un toque de dulzura. Era tan delicioso que tenía ganas de morderse la lengua.
—¿Tu lengua está lista? —preguntó Su Xiaoxiao.