—Cuando Su Ergou y el Gerente Sun regresaron al convento, Su Xiaoxiao estaba contando billetes en la puerta con languidez —uno, dos, tres, cuatro, cinco—. ¡El Señor de la Prefactura era realmente generoso!
—¡Hermana! —Su Ergou corrió hacia ella con una bolsa llena de frutas—. Tenía la cabeza cubierta de sudor.
Su Xiaoxiao sacó un pañuelo. Estaba acostumbrada a cuidar a los tres pequeños, así que se le daba muy bien limpiar el sudor.
—Su Ergou se quedó atónito. Su hermana nunca lo había tratado así antes. Además, ya no era un niño.
—¿No vas a limpiarlo? —Su Xiaoxiao lo miró y preguntó.
—¡Sí, sí, sí! —Su Ergou acercó su cabeza—. ¡Podría ser un adulto mañana!
Su Xiaoxiao le limpió el sudor y le lanzó el pañuelo.
—Su Ergou pidió prestada una cesta de los jóvenes maestros del convento—. Hermana, esta fruta es especialmente dulce. ¡Pruébala!
—¿Dónde la recogiste? ¿Te lo permitieron? —Su Xiaoxiao preguntó.