En la habitación, Kiba chupaba los pechos impregnados de whisky de Katherine como si su vida dependiera de ello.
Sus hermosos globos esculpidos siempre eran para morirse, y ahora con el whisky fluyendo en ellos, se convirtieron en la fuente del néctar.
—Mmmhh!
Los jugosos pechos liberaron las secreciones alcohólicas en su boca, causando que Kiba se intoxicara. Su cerebro se volvió lento y comenzó a olvidar todos sus problemas.
Al darse cuenta de cuán aliviantes eran sus pechos para el estrés, cerró los ojos y los succionó con fuerza, marcando su areola con sus dientes.
—¡Ohh! —Katherine reprimió un gemido y cerró sus puños alrededor de su polla, acariciándola con abandono salvaje.
Chupar sus pechos había puesto en marcha su polla, y ella frotó sus dedos en el glande expuesto.
Palpitaba con anticipación salvaje, y recorrió con la yema de sus dedos las venas abultadas, cargándolas con fuego hormigueante.