(A/N: ¡El capítulo es un poco oscuro! ¡Lee bajo tu propio riesgo!)
Por la mañana, el sol derramaba rayos cálidos que brillaban a través de las gotas de rocío en el jardín, haciéndolas parecer joyas.
Stina admiraba el hermoso paisaje junto con su esposo.
—¡Me siento fantástico! —dijo Hansen mientras cerraba su brazo alrededor de la cintura de su esposa—. ¡Hoy va a ser un gran día!
—¡Tiene que serlo! —sonrió Stina, observando a su esposo rubio de ojos amarillos que era tanto robusto como alto.
Él era el amor de su vida, el hombre astuto con quien pronto gobernaría el mundo y dominaría a todos aquellos que se creían infalibles.
Hansen también la observaba, la mujer astuta que tanto amaba y deseaba.
Con su cabello de tono caoba profundo, ojos azules deslumbrantes y piel blanca como la perla, no había otra mujer que pudiera captar su atención.
No solo era su rostro perfecto, también lo era el resto de su cuerpo, desde sus pechos erguidos hasta su pequeño y firme trasero.