La dimensión conocida como Salón de Legados era ilimitada. No había ni principio ni fin. No había suelo tampoco, o tal vez sí cuando uno cuenta la piscina interminable de líquido cristalino, chispeante de forma seductora. Si había cielo, era imposible verlo gracias a las innumerables esferas resplandecientes flotando sobre la piscina, girando con polvo estelar tentador.
En la dimensión silenciosa, de repente, una delgada línea de oscuridad estalló. Un aura temible se desprendió de ella, rasgando el tejido del espacio.
—Enchantia se quedó en shock —su rostro incorpóreo emergió de la piscina de cristal y miró fijamente el corte que había aparecido.
—El Emperador Cósmico salió de él.
Cada paso que daba distorsionaba el espacio lo suficiente como para hacerlo colapsar, y quizás si no fuera por la invulnerabilidad de la dimensión, el impacto de sus pasos destruiría el Salón de Legados.