Edén.
Mientras la Reina del Hielo se encontraba frente al muro de hielo, una mujer alta y esbelta llegó detrás de ella.
Esta mujer rondaba los treinta y tantos años, con cabello ámbar recogido en un moño y tez marrón rosada. Vestía un atuendo de guerrera que dejaba ver parte de su suave piel, irradiando un encanto intenso.
Cuando uno la miraba, no podía concentrarse en su encanto o belleza.
¿La razón?
Emanaba una sensación de agudeza como una espada penetrante, ¡haciendo que uno temblara y sintiera como si le hubieran apuñalado el corazón!
¡Y eso era de esperarse! En Edén, al lado de la Reina del Hielo, ¡ella era la mutante más fuerte!
—Su Alteza, ¿está bien? —se arrodilló la mujer y preguntó.
Se sorprendió cuando los guardias del palacio le informaron que la Reina del Hielo había ido a la orilla. Por lo que sabía, la Alteza solo hacía tal cosa cuando estaba inquieta.
Pero, ¿qué podría perturbarla?