—¡Ups! ¡Lo siento! —dijo Kiba en nombre de Esperanza.
Eva se quedó sin palabras mientras Agatha comentaba con ironía:
—¡Esperanza es justo como su padre!
Hank no apreció la disculpa. De no ser por sus implantes cibernéticos, hubiera quedado ciego para siempre por el pequeño ataque del rayo.
—¡Kiba, siempre tienes que arruinarlo todo! —Los ojos mecánicos de Hank brillaron intensamente—. ¡Todos podríamos tener tanto! ¡Poder y juventud eterna! ¡Pero no! ¡Tú tienes que rechazarlo una y otra vez!
—Tengo todo lo que quiero —respondió Kiba fríamente—. Así que perdóname por no tener ningún interés en tus mezquinos planes.
Su cuerpo parpadeó y llegó ante Agatha y Eva.
—Cómanselas —dijo Kiba al darles píldoras de sanación y recuperación.
Agatha y Eva asintieron antes de meterse las pastillas en la boca. Las pastillas eran de alta calidad y creadas a partir de materiales únicos, por lo que, en cuestión de segundos, Agatha y Eva se recuperaron.