Desde atrás, Kiba apretó los pechos de Rubí y se estremeció contra ella con tal fuerza que el sonido de sus testículos golpeando su carne resonó. Inclinada sobre el escritorio, Rubí ya no pudo controlarse. De su boca salió un gemido que solo podía ser formado por la intensa cogida.
—¡OOOHHHHH!
En el momento en que ella gemía, ambos, ella y Kiba, se congelaron en shock. Él todavía estaba dentro de ella, la punta de su polla empujando contra su cérvix, pero él no hacía ningún movimiento.
Rubí era igual, aunque su coño apretaba su polla firmemente mientras el miedo de ser descubiertos se apoderaba de ellos.
Sus cuerpos estaban en una extraña euforia que no podía ser descrita solo con palabras. Era un placer que solo podía ser sentido en situaciones de sexo furtivo como la suya.
Despacio, movieron sus ojos hacia Roger.
Roger seguía en el diván. La ira estalló en su rostro y las venas se le hincharon por todo el cuerpo.
¡Él estaba enfadado como nunca antes!