Sin embargo, incluso mientras tragaban cada gota, la polla de Kiba permanecía tan dura e inflexible como siempre. Las mujeres, con la respiración entrecortada, lo miraron, sus ojos vidriosos de deseo.
—¡Tengo una idea! —dijo Tempestad ingenuamente, sus mejillas enrojecidas.
Desde la primera vez que adoró su arma con su boca, el lugar entre sus muslos se calentaba y estallaba en jugos, como si estuviera hambriento.
Así que tuvo una idea... ¡quizás más que su boca, su coño sería el que podría darle alivio!
Se levantó, sus manos temblaban ligeramente mientras se quitaba la parte inferior de su vestido, revelando su coño brillante. Su piel blanca cremosa contrastaba marcadamente con el cabello oscuro entre sus muslos, húmedo por su excitación.
Los ojos de Penélope se fijaron en el coño expuesto de Tempestad, hipnotizados por su belleza y el brillo de los jugos que cubrían sus pliegues. La mirada de Kiba la siguió, su polla se contraía al verla.