Katherine bufó y chilló mientras Kiba derramaba su esperma dentro de ella, pintando su cérvix. Sus jugos combinados caían de su coño al suelo.
Katherine lo miró, y él le devolvió la mirada.
Enterrado profundamente en ella, él seguía durísimo y sin darle descanso, retomó los embates de adelante hacia atrás.
—¡Oh, cabrón! ¡Dame un respiro!
Ella balbuceaba mientras él encendía su sensible coño en fuego. Él hizo todo menos dejarla descansar. Liberando sus tobillos, agarró sus tetas y las magulló mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas, sus caderas se volvían borrosas de velocidad.
Sus testículos golpeaban su carne, y ella sintió otro orgasmo acercándose. Ya no pudo manejar las embestidas por más tiempo, por lo que rápidamente rodeó sus piernas alrededor de él, encerrándolo dentro de ella.
—¡Solo ven, maldito canalla! —gritó mientras sus ojos se cerraban por el placer cegador.
—Lady Katherine, ¿qué estás diciendo?
¿Lady Katherine? ¿Este tono cortés... no me digas?!