A la mañana siguiente, Ashlyn despertó con una sonrisa en su rostro. Sus ojos ya no brillaban con la habitual frialdad.
Después de refrescarse, se puso una falda amarilla y se unió a Kiba para un desayuno opulento. Toda la familia estaba presente, pero faltaba el hombre que más le preocupaba.
Tomando un vaso de jugo de naranja, miró a Kiba y preguntó —¿Dónde está Zed?
Agatha salpicó el sorbo de café que estaba tomando.
Eva sonrió con malicia, mientras que los ojos de los gemelos brillaban con emoción.
En cuanto a Kiba... se congeló con la tostada atascada en la garganta.
—¿Zed? —repitió Kiba mientras tragaba forzadamente la tostada.
Ashlyn asintió.
Ella amaba a Kiba pero se preocupaba más por Zed. Era realmente protectora con él.
Porque a diferencia de Kiba, Zed era inocente, honesto y un tanto crédulo. Podía ser engañado, y con sus poderes mucho menores que los de Kiba, estaba en riesgo.