Después de que Hansen se desmayó, Stina miró a su esposo inconsciente y luego a Rita.
—Bueno, esto es un poco embarazoso.
Rita puchereó. No esperaba que su discurso motivador fracasara tan estrepitosamente.
—Jaja, iba a recordarle sobre la orgía con bestias, pero me ganaste —rió Kiba—. ¿Estás segura de que estás de su lado y no del mío?
—….
Rita se giró hacia él, sus manos chispeando con una fuerza devoradora de energía.
Se movió para atraparlo, pero su figura se desvaneció y él desapareció. Antes de que sus ojos pudieran detectarlo, la inmovilizó en el suelo con su cuerpo.
—No has renunciado a tu deseo de absorberme —señaló Kiba con una sonrisa—. Y yo no he renunciado a mi deseo de follarte.
—¡Lo sé! —Rita lo miró a los ojos mientras su aliento frío rozaba sus labios.
—Estamos en una situación complicada —dijo Kiba mientras acercaba sus manos a su rostro—. Entonces, ¿qué deberíamos hacer?
Chispas volaron mientras la tensión electrizante entre ellos se intensificaba.