Para cuando Lager Kestone recuperó la claridad, vio a Kiba saliendo del coño de su nuera. La vista del esperma deslizándose por sus muslos lo hizo estremecerse.
—Bueno, Lager, gracias por esperar—dijo Kiba mientras buscaba sus pantalones y camisa. Los notó detrás de Sandra, estupefacta, así que, solicitó—Disculpa, señora, ¿podrías pasarme mi ropa?
—¡Ah!—Sandra asintió antes de agarrar sus pantalones del suelo. Kiba caminó hacia ella, tan desnudo como el día en que nació, mostrando su glorioso cuerpo sin ningún pudor.
Sandra se sintió cautivada. Su físico esculpido, abdominales cincelados y el picante aroma de la excitación que desprendía la hicieron sonrojar.
—¡¿Cómo te atreves a follar a Katy?!—gritó Lager justo cuando su esposa entró en trance.
Kiba se sorprendió por la explosión.
—Viejo, no hay necesidad de reaccionar así—dijo Kiba mientras se ponía los pantalones—Lo que ocurrió fue entre adultos consensuados. ¿Por qué debería importarte?