Cindy se retorcía, su ajustado ano lleno de una sensación ardiente que era extrañamente reconfortante. Sus brazos y rodillas soportando el peso de su cuerpo temblaban a cada momento mientras Kiba la embestía desde atrás.
La enorme polla la revitalizaba e inauguraba su trasero con una sensación deliciosa.
Se sentía agotada, exhausta, y aun así, feliz. Nunca en su vida pensó que perder su virginidad anal resultaría en sensaciones tan contrastantes.
—¡Oh..! ¡joder!
Cindy literalmente se sentía como una perra en celo mientras él continuaba bombeándola con más y más fuerza en la posición de perrito.
Él agarró su cintura y luego empujó adentro, sin misericordia, sus embates largos y rápidos. Sus pechos se movían hacia arriba y hacia abajo con cada empuje, siguiendo los movimientos de sus caderas.
—¡Maldito seas! ¡Me estás follando con venganza!
Cindy gemía incluso mientras disfrutaba de las deliciosas embestidas que estiraban su pequeño agujero.