Kiba agarró firmemente las nalgas de Anya mientras ella continuaba tumbada encima de él. Anya estaba, cuando menos, sorprendida. No pensaba que su pobre intento de excusa resultaría en esto.
—¿Qué debería hacer? —Anya no sabía cómo reaccionar sin sonar grosera cuando él la estaba ayudando. —Ya estamos tan íntimos que esto no es nada extensivo.
Lo pensó mientras la erección de él seguía palpitando contra su estómago. La base de su polla empezaba muy por debajo de su entrada y terminaba muy por encima de su ombligo. El aire neblinoso mezclado con el calor de su polla hacía que su parte inferior se volviera resbaladiza. Su polla pasaba por su arbusto rubio como hierba mojada, enviando una sensación de hormigueo en su cuerpo. Su corazón empezó a latir rápidamente al darse cuenta de la emoción que este contacto íntimo estaba construyendo en ella.