Kiba observaba en silencio mientras Ashlyn saltaba de un árbol a otro mientras avanzaba hacia adelante. En su corazón, solo había lástima.
—Malditos... los que la era de la evolución no consideró dignos.
Ahora comprendía por qué ella sufría efectos secundarios tan severos y tenía que consumir esas pastillas después de la reciente batalla.
Apoyando un pie en la rama, saltó al aire. Se transformó en una serie de imágenes residuales y alcanzó a Ashlyn.
—Ashlyn, ¿sabes las coordenadas de la flor de sangre helada? —preguntó Kiba—. Actuó como si la conversación que acababa de tener nunca hubiera ocurrido.
Ashley asintió y conjuró una tableta digital en su mano. Unos segundos más tarde, le mostró un mapa marcado con un punto rojo. La distancia desde su ubicación actual era de unas cincuenta millas, y en el medio, había varios puntos estratégicos marcados por cazadores humanos. Ninguno de los dos tenía interés en esos lugares, por lo que no esperaban problemas por el momento.