—¡Sinvergüenza! ¡Más te vale que no te atrape! —Los ojos de Sophia ardían de ira.
Ya le desagradaba cuando él la llamó pervertida, pero ahora se había pasado de la raya pidiéndole que mostrara la grabación a su madre.
Sabía que era inocente porque ella era todo menos una pervertida. Pero la grabación la captó en momentos vergonzosos que la mostrarían en una mala luz.
Estaba preocupada de que su madre malinterpretara, así que destruyó la perla. Los frágiles pedazos de la perla destrozada flotaban en el aire antes de convertirse en polvo.
El repentino arrebato de Sophia sorprendió a la sirvienta y a los hombres de negro. Se preguntaban qué tendría grabado la perla para que ella se enfureciera tanto.
Aunque estaban curiosos, no se atrevieron a preguntar. Habían fallado en su deber anterior, así que no estaban en posición de pedir explicaciones.