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El almacén se alzaba como un monolito de hormigón en el corazón de la Ciudad Delta.
Los letreros de neón proyectaban un resplandor chillón sobre las calles resbaladizas por la lluvia, sus reflejos destellantes revoloteando en las ventanas sucias del almacén. Dentro, un silencio estéril pesaba en el ambiente, solo roto por el suave zumbido de los conductos de ventilación.
Siete figuras estaban de pie frente a una pared de cristal reforzado, cuya superficie lisa reflejaba sus expresiones tensas. No era un simple tabique; una intrincada red de venas azules brillantes latía dentro del cristal, cada una palpita con una energía de otro mundo.
Del otro lado, bañado en una luz azul inquietante, yacía un cuadro de la miseria humana.