—Era mi camiseta favorita... un regalo preciado de mi prometido —dijo Eva al entrar a la sala de estar.
Había cubierto su cuerpo con una manta blanca. Su expresión era de pena al recoger la camiseta rota.
Si Kiba no supiera mejor, habría pensado que ella realmente amaba a su prometido. La verdad era que no le importaba su prometido ni nadie en el mundo. Solo le importaba el poder y la influencia.
El amor, el sexo, la riqueza y el matrimonio eran herramientas en su opinión. Disfrutó la sesión de amor con Kiba, pero eso era todo lo que había en su relación.
Tenían una asociación en los negocios, pero el sexo no formaba parte del acuerdo. Era algo que hacían por su propia voluntad, sin ninguna presión.
Eso es lo que lo hacía disfrutable para ambos. Había completa libertad, a diferencia de sus otras relaciones, que estaban llenas de ataduras. En cuanto a su prometido, era un hombre no muy listo a quien manipulaba a su antojo.
Casarse con él significaría un paso más cerca del trono de la Corporación Ángel Blanco.
El padre de Eva era bastante anticuado y no quería pasar la cadena de mando a una mujer. Quería que su hermano, Jack, se hiciera cargo de la Corporación Ángel Blanco. La empresa tenía influencia en todo el mundo, siendo uno de los principales fabricantes de armas en la ciudad.
En la actual era de mutantes, las armas tenían una gran demanda, aunque la Tierra ya no tenía ningún concepto de países.
Las armas se usaban en secreto, ya que las corporaciones, los revolucionarios y el gobierno se enfrentaban entre sí por la supremacía sobre el mundo. Todos en la cúspide se ensuciaban las manos. Mentían, manipulaban y mataban sin ninguna culpa.
Eva se preguntaba, ¿por qué debería sentirse culpable por manipular a un sinvergüenza cuando él no tenía buenas intenciones para ella?
A veces, deseaba escapar de esta sociedad cínica. Quería estar en algún lugar pacífico y vivir el resto de sus días con Kiba.
Luego rió de su deseo. Kiba no quería estar atado por las cadenas de la fidelidad y el amor.
—Creo que tus sueños son mejores que los míos —observó Eva con una sonrisa tenue.
Luego se recordó a sí misma que tampoco quería estar atada. Su sueño siempre había sido convertirse en alguien que pudiera controlar el mundo. No había libertad en el mundo sin poder.
—Para ella, el trono de la Corporación Ángel Blanco era el primer paso en su sueño de supremacía.
—El mundo entero está ocupado luchando por un futuro que han perdido, descuidando el presente. Tú eres uno de los pocos que pueden ignorar la lujuria por el poder y la influencia —dijo Eva, mirando a Kiba con ojos reflexivos.
—También me he perdido en la lujuria... lujuria por el sexo y la vanidad —respondió Kiba con un suspiro. Conocía su proceso de pensamiento después de años de conocerla.
Ella podría ser manipuladora, pero le había abierto su corazón. A cambio, él había compartido sus sueños con ella. Era la única persona en este mundo que sabía que 'Kiba' era solo una parte de su verdadero yo.
—Supongo que todos se han perdido en alguna forma de lujuria —reflexionó Eva.
—Sabes que deberíamos tomar una ducha —dijo Kiba mientras retiraba suavemente la manta de su cuerpo.
Colocó sus manos sobre sus senos suaves y firmes, su pulgar frotando sus pezones. Luego sus labios se acercaron para besarla.
—Sí, necesitamos una ducha, ¡pero no sexo en la sala de estar! —Eva intentó detenerlo pero fracasó ya que él conocía sus puntos débiles.
Ella dejó de resistir mientras sufría el ataque de su lengua dentro de su boca. Sus pezones se volvieron más sensibles mientras él seguía jugueteando con ellos. Pronto, sus senos se hincharon y sus pezones se endurecieron.
Eva era una belleza natural caucásica con cabello castaño oscuro y una altura de 5 pies 7 pulgadas. Lo que realmente le gustaba a Kiba eran sus senos: eran completamente naturales sin mejoras artificiales que se habían convertido en tendencia. Dejó de besar sus labios y bajó su cabeza para succionar sus encantadores senos.
Estaban totalmente maduros y esperándolo. Nunca se cansaría de sus senos, no importa cuántas veces jugara con ellos.
—¡Creo que finalmente sé dónde se encuentra el verdadero paraíso! —dijo Kiba mientras la saboreaba. Abrió sus labios y tomó su pezón izquierdo entre ellos.
—Ahh... Estoy segura de que dices eso a cada mujer con la que duermes —Eva emitió un leve gemido. Sus pezones eran el punto más sensible, y Kiba sabía cómo hacerles cosquillas para alcanzar el placer supremo.
*beep* *beep*
[[Lady Eva, hay un visitante en su puerta.]]
Una voz mecánica resonó en la habitación. En la sociedad actual, las inteligencias artificiales (IA) de bajo rango estaban instaladas en la mayoría de las casas. Pueden ayudar en las actividades diarias sin afectar la privacidad de los residentes.
Eva se sobresaltó por la notificación inmediata, pero Kiba no se detuvo. Continuó succionando sus pezones mientras sus manos se movían para agarrar su trasero.
—IA, ¿quién es el visitante? —preguntó Eva.
La configuración de privacidad de la IA hizo posible que ella preguntara sin ningún temor de ser grabada. Le costaba concentrarse dado que sus puntos débiles estaban siendo atacados por Kiba. Sin embargo, no intentó detenerlo porque lo estaba disfrutando tanto como él.
[[Lady Eva, el visitante es su prometido.]] Respondió la IA.
¡Mierda!
¡Kiba y Eva maldijeron juntos!