Después de finalizar sus planes, Muir salió a buscar barro húmedo, mientras que Parker se quedó en la cima del acantilado para proteger a Bai Qingqing.
Los behemots se estaban volviendo cada vez más maníacos. Mirando hacia abajo desde la cima del acantilado, las bestias estaban tan densamente agrupadas que parecían una colonia de hormigas. Sus rugidos causaban una vibración que hacía que las nubes se separaran e incluso provocaban un pequeño chisporroteo en los cielos.
A Parker le pareció extraño y miró los cielos durante un buen rato. Por otro lado, Bai Qingqing, quien más o menos entendía la física del asunto, no lo encontró extraño.
Parker no era como Muir, que podía volar en cualquier momento. Si los behemots conseguían subir, el único destino que les esperaba era la muerte. Por eso, vigiló muy cautelosamente desde la cima del acantilado.