—No se dieron cuenta realmente al principio cuando llegaron, y solo cuando salieron se dieron cuenta de lo estricta que era la seguridad en la aldea de los tigres —los guardias vigilaban en puntos designados en una altitud más alta, haciéndolo muy difícil para alguien entrar a la aldea sin ser notado.
—No es de extrañar que ayer los descubrieran al llegar.
—Incluso Parker estaba muy satisfecho con esto. Le dijo a Bai Qingqing:
—No está mal. Deberías estar muy segura aquí.
—¿Con ustedes alrededor, cómo no voy a estar segura? —preguntó Bai Qingqing a cambio—. Señaló hacia adelante y preguntó:
—Mira, ¿qué es eso allí? Parecen frutas.
—Parker corrió y vio que era un árbol corto que se parecía a un hongo, con muchas frutas rojas del tamaño de huevos en él.
—Bai Qingqing se humedeció los labios mientras extendía la mano para coger una y la puso bajo su nariz para oler.
—Era una fragancia muy intensa y dulce, hasta el punto de ser empalagosa cuando se olía de cerca.