Mientras se asaba la carne, Bai Qingqing miraba a Muir distraídamente. De repente preguntó:
—¿Ese grupo de hombres águila bestia no se ha ido aún? Pareces cansado para mí. ¿Te acosan con frecuencia?
Era solo una simple palabra de preocupación, pero hizo que el corazón de Muir se elevara de alegría. Era como si tuviera una bola de fuego ardiendo en su pecho, extendiendo el calor a sus cuatro extremidades y huesos por todo su cuerpo.
—No, hago lo posible por evitarlos y solo ocasionalmente me encuentro con ellos. Estoy entre los mejores en la tribu del águila. No es un problema para mí deshacerme de ellos, pero gastaría algo de energía.
Aunque Muir lo dijo de manera sencilla, Bai Qingqing sabía que debía ser extremadamente peligroso. Dijo con culpa:
—Lo siento por implicarte.
—Estoy feliz de ser implicado por ti —Muir la miró con ojos ávidos y brillantes—. Solo temo que no me des siquiera la oportunidad de ser implicado por ti.