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Después de lograr calmarse, Bai Qingqing analizó la situación racionalmente.
Dado que el rey simio podía conjurar esas ilusiones mágicas, quizás realmente existían deidades en este mundo.
Debido a la sequía, las ramas y hojas en el suelo se sentían particularmente punzantes a los pies. Pero parecía que Bai Qingqing no notaba nada, simplemente caminaba sobre la tierra de manera mecánica.
Muir giró su cabeza y miró la parte superior de la suya. Si sólo levantara la vista, vería claramente la mirada amorosa en sus ojos.
—Te llevaré a Acantilado Marítimo. Allí solo hay hombres águila. Aunque esas calamidades se hicieran realidad, ningún hombre bestia saldría herido.
—¿Y las hembras? —preguntó Bai Qingqing tentada, no del todo segura.
—No hay hembras —respondió Muir con voz profunda.
Bai Qingqing se quedó helada por un momento, luego levantó la mirada hacia él. Muir instantáneamente ocultó su mirada desvergonzada, antes de fijarla en el camino adelante.