Bai Qingqing cerró la tapa de la olla, luego miró hacia las hembras.
—Descubrí que cuando los granos salvajes se muelen hasta convertirse en polvo antes de cocinarlos, salen deliciosos. Por eso, las invité a todas aquí para probarlo —dijo ella.
Las hembras estaban evidentemente decepcionadas. La hembra que habló antes dijo:
—Pero no me gustan los granos salvajes. Y como mucho comería los granos cocidos y nunca bebería el agua. Porque el agua queda negra y turbia y sabe a medicina. Machacaste los granos y los cocinaste con agua. Apuesto a que sabe horrible —gruñó.
Con una sonrisa de labios apretados, Bai Qingqing levantó la masa que había apartado y la mostró a las hembras.