Toda la tristeza que Bai Qingqing sentía desapareció instantáneamente. Levantó la mirada hacia Curtis y preguntó, —¿No te gustan los niños?
—Quiero que me des un hijo porque me gustas, y ustedes, las hembras, mostráis más afecto al padre del niño —Curtis le respondió sin dudarlo, a pesar de su intenso desagrado por los de su propia especie—especialmente sus propios hijos—por distraer a su hembra.
El rostro de Bai Qingqing se sonrojó y ella dijo tímidamente, —Eso no es lo importante, ¿vale? Lo importante es que yo consigo... esa cosa cada mes. Será una mala noticia para mí si la gente se entera.
Curtis soltó una risita y respondió, —No te preocupes. Esta casa es mi territorio. No dejaré que nadie se acerque, así que nadie se enterará.
Bai Qingqing sintió una gran carga levantarse de sus hombros al ver lo tranquilo que estaba Curtis. —Mm.
—Te traje la fruta espinosa —Curtis se separó de Bai Qingqing y le tendió la planta en su mano izquierda.