Bai Di sabía que estaba en una mala situación.
Su racionalidad le decía que lo mejor sería encontrar un lugar desértico donde esconderse y esperar a que pasaran los efectos de la medicina.
Sin embargo, su cuerpo se presionaba involuntariamente más cerca de ella…
Mientras Huanhuan estaba aturdida por el beso, Bai Di le había quitado el vestido.
Cuando ella regresó por primera vez del territorio de los demonios, estaba tan delgada que casi era solo piel y huesos. Bai Di hizo todo lo posible por preparar comida deliciosa y finalmente la hizo engordar.
Su piel clara era tan delicada como perlas.
Bai Di la abrazó y la besó con delicadeza. Sus grandes manos sostenían su esbelta cintura con firmeza para que ella solo pudiera aferrarse a él. No podía escapar.
Huanhuan gritó de dolor.
Bai Di se detuvo rápidamente y besó su hombro con suavidad.